El lado B de la crisis: los negocios que se sostienen

Hay rubros que, cuando cae el poder adquisitivo, son elegidos por un número mayor de personas, que buscan reducir el nivel de gastos.

Mientras los negocios de venta de ropa en el centro mendocino están vacíos un día de semana a media mañana, en los de telas o las mercerías hay un intenso movimiento. Algo similar sucede con las zapaterías versus los talleres de calzado. Es que, en tiempos de crisis, cuando el dinero no alcanza para comprar algo nuevo, son muchos los que optan por las reparaciones o se animan a hacer algo ellos mismos.

Si bien los dueños de estos negocios sostienen que también han perdido rentabilidad en los últimos meses, porque no han podido trasladar los aumentos al cliente en su totalidad y las ventas han caído, reconocen que el impacto de la inflación y la pérdida de poder adquisitivo ha sido mucho menor que en otros rubros.

“La mercería es el comercio de la crisis”, sostiene una vendedora y detalla que, los que antes tiraban una prenda con varios años de uso o alguna rotura, ahora la arreglan, la reutilizan o cosen algo por su propia cuenta.

Recuperar la costura

Mariela Wechter, de la casa de telas El Dedal, ubicada en la tradicional zona de la Alameda, plantea que la gente ha empezado a confeccionar de todo, en especial los que saben coser, porque cuando la tela se tiene que enviar a una modista la diferencia de precio con algo hecho se achica y ya no resulta tan conveniente.

Señaló que esto empezó a verse durante la pandemia, por parte de personas que querían sumar un ingreso adicional y encontraron esta posibilidad en la confección de barbijos. Ahora, observan que mucha gente joven está aprendiendo a coser, poque se han dado cuenta de que, con un pedazo de tela, pueden hacerse una prenda sencilla y les cuesta mucho menos dinero que comprar algo ya hecho.

Pese a eso, tampoco han escapado tanto a la crisis y la caída en las ventas los alcanzó, en especial en aquellas telas que son importadas y tienen, detalla Wechter, no sólo precio en dólares, sino a una cotización diferente en cada fábrica.

Para intentar compensar este descenso y, también, responder a las necesidades de los clientes de años, optaron por dejar de vender un metro de tela como mínimo, sino que, si les piden 30 centímetros, que en general es para hacer una reparación, cortan ese largo. Además, también asesoran al comprador, que a veces llega buscando una tela determinada y le ofrecen otras opciones, con precios más accesibles.

La comerciante planteó que, ahora, como las fábricas tienen los depósitos llenos, están ofreciendo materiales a precios más bajos que los que habían fijado en diciembre. Y que brindan, al igual que los proveedores de supermercados, promociones, como otra manera de ajustar los valores. Resaltó que, si el precio baja, ella también lo modifica, al punto que ha contratado una persona para que se encargue específicamente de esa tarea.

No tirar sino reparar

Pepe, como asegura que lo conoce todo el mundo, tiene un taller de calzado en Godoy Cruz y, apenas se entra al local ubicado en una esquina de calle Sarmiento, se puede apreciar una gran cantidad de pares de zapatos y zapatillas, como también de bolsos y mochilas apilados en estantes, esperando su turno para ser reparados.

El hombre reconoce que ha crecido mucho el trabajo porque, hace unos años, la gente llevaba el calzado de buena calidad a arreglar. En cambio, hoy llevan de todo, incluso algunos pares que ya están muy deteriorados. “Es que arreglarlos les puede costar 5, 6 o 7 mil pesos, pero para comprarlos nuevos necesitan 40 o 50 mil”, explica.

Recordó que, en el pasado, buena parte de su trabajo consistía en cambiar suelas y tacos de los zapatos de los bancarios o profesionales, que compraban calzado de muy buena calidad y usaban varias temporadas. Después, cuando empezaron a llegar productos desde Brasil, a precios muy baratos, cuando se gastaban o rompían, la gente directamente compraba algo nuevo.

Sin embargo, desde el año pasado, y con más fuerza en estos últimos meses, ha notado que cada vez más personas llevan sus zapatos, zapatillas o sandalias a arreglar, para estirar la llegada del momento del reemplazo.

El relevamiento de las ventas minoristas que realiza la CAME (Confederación Argentina de la Mediana Empresa), reflejó que, en febrero, el rubro calzado y marroquinería tuvo una caída interanual del 21,4% a precios constantes. Los comerciantes encuestados respondieron que se vendió el calzado liviano, de bajo valor, y para el resto de las opciones, la gente estiró los modelos de temporadas anteriores.

Cintia, de La casa de la modista, sobre General Paz, contó que en el negocio se dedican a realizar arreglos y que eso siempre ha tenido una buena demanda, sobre todo en el invierno, con el cambio de cierre para las camperas, ya que son prendas muy costosas. En cambio, indicó que han notado un incremento en las ventas de artículos de mercería y una caída muy marcada en las de lencería y pijamas.

Coincidió en mencionar que ha aumentado la cantidad de gente que toma cursos para aprender a coser, tanto para hacer arreglos como para confeccionar su propia ropa. Acotó que hay chicas jóvenes que están emprendiendo en el rubro de elaboración y venta de ropa interior, que demandan insumos.

El lado B de la crisis: los negocios que se sostienen

Hay rubros que, cuando cae el poder adquisitivo, son elegidos por un número mayor de personas, que buscan reducir el nivel de gastos.

Mientras los negocios de venta de ropa en el centro mendocino están vacíos un día de semana a media mañana, en los de telas o las mercerías hay un intenso movimiento. Algo similar sucede con las zapaterías versus los talleres de calzado. Es que, en tiempos de crisis, cuando el dinero no alcanza para comprar algo nuevo, son muchos los que optan por las reparaciones o se animan a hacer algo ellos mismos.

Si bien los dueños de estos negocios sostienen que también han perdido rentabilidad en los últimos meses, porque no han podido trasladar los aumentos al cliente en su totalidad y las ventas han caído, reconocen que el impacto de la inflación y la pérdida de poder adquisitivo ha sido mucho menor que en otros rubros.

“La mercería es el comercio de la crisis”, sostiene una vendedora y detalla que, los que antes tiraban una prenda con varios años de uso o alguna rotura, ahora la arreglan, la reutilizan o cosen algo por su propia cuenta.

Cuando renovar no es una opción, surge la de reparar

La pérdida de poder adquisitivo de los salarios obliga a recuperar la costumbre de padres y abuelos, de arreglar lo que se rompe, para demorar el reemplazo.

Pepe tiene un taller de calzado en Godoy Cruz y cuenta que ha crecido mucho el trabajo porque, hace unos años, la gente llevaba el calzado de buena calidad a arreglar. En cambio, hoy llevan de todo, incluso algunos pares que ya están muy deteriorados. “Es que arreglarlos les puede costar 5, 6 o 7 mil pesos, pero para comprarlos nuevos necesitan 40 o 50 mil”, explica.

Recordó que, en el pasado, buena parte de su trabajo consistía en cambiar suelas y tacos de los zapatos de los bancarios o profesionales, que compraban calzado de muy buena calidad y usaban varias temporadas. Después, cuando empezaron a llegar productos desde Brasil, a precios muy baratos, cuando se gastaban o rompían, la gente directamente compraba algo nuevo.

Sin embargo, desde el año pasado, y con más fuerza en estos últimos meses, ha notado que cada vez más personas llevan sus zapatos, zapatillas o sandalias a arreglar, para estirar la llegada del momento del reemplazo.

La inflación impone el “hágalo usted mismo”

Con ingresos que cada vez rinden menos, quienes saben coser han vuelto a confeccionar ropa en casa y, quienes no, toman cursos para aprender.

Mariela Wechter, de la casa de telas El Dedal, menciona que la gente ha empezado a confeccionar de todo, en especial los que saben coser, porque cuando la tela se tiene que enviar a una modista la diferencia de precio con algo hecho se achica y ya no resulta tan conveniente.

Además, mucha gente joven está aprendiendo el oficio, poque se han dado cuenta de que, con un pedazo de tela, pueden hacerse una prenda sencilla y les cuesta mucho menos dinero que comprar algo ya hecho.

Pese a eso, la caída en las ventas los ha alcanzado, aunque menos que a otros rubros. Para intentar compensar este descenso y, también, responder a las necesidades de los clientes de años, optaron por dejar de vender un metro de tela como mínimo, sino que, si les piden 30 centímetros, que en general es para hacer una reparación, cortan ese largo. Además, también asesoran al comprador, que a veces llega buscando una tela determinada y le ofrecen otras opciones, con precios más accesibles.

La comerciante planteó que, ahora, como las fábricas tienen los depósitos llenos, están ofreciendo materiales a precios más bajos que los que habían fijado en diciembre. Resaltó que, si el precio baja, ella también lo modifica, al punto que ha contratado una persona para que se encargue específicamente de esa tarea.