Qué es la agricultura regenerativa y qué beneficios aporta al cultivo de frutales
Se trata de un sistema que empezó a aplicarse en Europa por la crisis hídrica y el uso excesivo de agroquímicos. Crece su utilización en Mendoza.
Al hablar sobre agricultura regenerativa, el ingeniero agrónomo Alain Boulet, quien asesora a productores para que implementen este sistema en el cultivo de frutales, resume de qué se trata en unas simples palabras: “imitar lo que hace la naturaleza”.
Detalla que se trata de un método de cultivo que surgió en Europa, por una necesidad muy concreta, vinculada con dos problemas. Una es la restricción del uso de fertilizantes químicos, en el marco de una agenda 2030, que va profundizando esos límites, debido a que, con el paso del tiempo y su utilización intensiva, fueron contaminando las napas freáticas.
El otro fueron las sequías, que han sido importantes en los últimos años (particularmente en España), lo que los obligó a cambiar la manera de cultivar, que era a suelo desnudo, sin malezas y con la aplicación de fertilizantes químicos en el riego por goteo.
Suelos vivos
Boulet detalla que los europeos optaron por tener un suelo vivo, que, a diferencia del tradicional -que es inerte, sólo tierra y minerales-, tiene actividad microbiana. Pero los microorganismos, para subsistir, necesitan comida, y en suelos sin coberturas verdes se mueren.
Lo primer que hicieron, entonces, fue instalar esa vegetación y permanente, porque los microrganismos necesitan alimentarse todo el año. El titular de Innova Fruit explica que, en Mendoza, había la costumbre de mantener los verdeos invernales, que se incorporaban al suelo en primavera. Pero esto implicaba que sólo tenían comida en invierno, que es el momento de menor actividad microbiana, por la temperatura, y morían cuando llegaba el verano.
El ingeniero agrónomo explicó que la cobertura verde aumenta la presencia de materia orgánica y que estos microorganismos se fijan a las raíces de los verdeos y se nutren de los exudados de azúcar de las raicillas.
Aporte al cultivo
A partir de entender esto, se pueden sembrar distintos microorganismos, ya que algunos fijan nitrógeno, otros liberan fósforo en el suelo, unos más transforman la materia orgánica; y todos esos procesos reducen la necesidad de aportes externos, con productos químicos.
Por otra parte, la masa de raíces funciona como una esponja que retiene el agua, mientras que en un suelo desnudo se pierde por infiltración. Boulet resaltó que, durante muchos años, se han desperdiciado millones de dólares -y enfatiza que los montos han sido realmente elevados- en bombear agua y en aplicar fertilizantes químicos, que se perdían fuera de la zona de las raíces del cultivo.
El colchón de materia orgánica favorece un ahorro de hasta 50% en la cantidad de agua. Esto implica que, si hoy un productor puede regar 20 hectáreas con una perforación, si implementa estas técnicas puede irrigar 40 hectáreas con el mismo suministro. Y esto se torna muy relevante en el escenario de crisis hídrica permanente en el que se encuentra Mendoza.
Cambio de paradigma
El ingeniero agrónomo explica que se creía -e incluso se enseñaba en la facultad- que las malezas competían por el agua y por los nutrientes con el cultivo. Pero si se tiene malezas permanentes y se las inocula con ciertos microrganismos, en realidad sucede lo contrario: empiezan a aportar nutrientes.
Detalló que algunos fijan el nitrógeno presente en el aire (que tiene 70% de este elemento), lo que permite realizar naturalmente una fertilización nitrogenada. Sumó que los suelos de Mendoza son ricos en fósforo, porque es retenido por la alcalinidad y los microorganismos lo tornan disponible para la planta. El verdeo extrae el potasio de la tierra y las bacterias que se alimentan de ellos también lo liberan para el cultivo. Y lo mismo sucede con el zinc, el magnesio y el calcio, entre otros.
Conveniencia
El titular de Innova Fruit planteó que este sistema se está generalizando en el país, pero no porque lo fuerce un cambio de reglamentación -como sucedió en Europa- o los productores decidan cuidar el ambiente, sino porque les permite ahorrar.
Señaló que han realizado análisis con el cultivo de frutales, específicamente con durazneros. Y se ahorran entre US$ 1.200 y 1.400 por hectárea. Es que los fertilizantes están cada vez más caros y también se han elevado considerablemente las tarifas de electricidad, lo que ha incrementado el costo del riego cuando se tiene una perforación.
En cambio, los microorganismos que se inoculan son muy accesibles y, si se les aseguran las condiciones adecuadas, tienen una tasa de reproducción altísima, por lo que no es necesario volver a aplicarlos cada temporada. Con la vegetación, en tanto, se produce una resiembra natural cuando florecen.
Por otra parte, como la planta está mejor nutrida, no sólo aumenta la producción, sino que también puede defenderse mejor de las plagas. Además de que hay microorganismos que se utilizan para controlar enfermedades, lo que genera un ahorro adicional en insecticidas y fungicidas.
Fortalezas y debilidades del sistema
Boulet lanza que la agricultura regenerativa tiene una oposición muy fuerte por parte de la industria de agroquímicos, pero que en realidad sólo imita lo que sucede en la naturaleza. Y menciona que, en los bosques, hay árboles de 30 metros de altura, con mucha vegetación abajo y que esto no es casual, sino que esas plantas permitieron que crecieran de manera tan exuberante.
Sumó que, con su empresa, ha desarrollado tecnología específica para el cultivo de frutales y de vid, y llevan dos años implementándola, con resultados promisorios. Indicó que, con el tiempo, verán si es necesario suplementar o no, pero, hasta ahora, han tenido mejores crecimientos y producciones, sin utilizar fertilizantes; además del ahorro de agua y en el uso de productos químicos.
Por otra parte, las frutas que se obtienen no están contaminadas, porque no se usan herbicidas como el glifosato; lo que representa un beneficio adicional desde el punto de vista ambiental.
Sin embargo, también tiene debilidades. La primera, cuenta Boulet, es la falta de conocimiento y la típica resistencia al cambio. La segunda es que se trata de un proceso paulatino, que demanda ir reduciendo el uso de fertilizante hasta que el ecosistema se va consolidando.
El resto, subraya, son todas ventajas, en un contexto de necesidad por parte de los productores de disminuir los costos, de utilizar menos agua (por la crisis hídrica y porque también es costosa) y porque se puede acceder a mercados que demandan cultivos limpios.